Tormentas

No me gusta la tormenta de nubarrones y truenos
Que ruidosamente pasa empapando la tierra hasta su entraña
Pero se evapora al instante, muy temprano en la mañana

No me gusta la tormenta de nieve fría y blanca
Que suavemente se posa dejando la montaña libre de pecado
Pero me roba de las aves la delicia de su canto agraciado

No me gusta la tormenta de arena, ni los chubascos
Que confunden mis sentidos quemados por las emociones
Y solo quedan heridas profundas, en los corazones

Prefiero la gota de agua que baja despacio en la enramada
Porque poco a poco, lentamente, sin prisa, con calma,
Deja una huella fosilisada en la piedra de mi alma

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